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viernes, 20 de abril de 2012

LA EXPROPIACIÓN DE YPF



                                                                                        Por  Eduardo Antonelli
Yacimientos Petrolíferos Fiscales, que desde la privatización efectuada por el peronismo en la década de los noventa con el explícito y caluroso apoyo de la familia Kirchner pasó a ser simplemente YPF, está hondamente arraigado en el sentimiento de los argentinos, y en particular de los radicales que fueron en la década de los veinte del Siglo XX sus creadores como empresa estatal.
            Como todas las empresas estatales de la Argentina –porque en muchos países existen empresas estatales que funcionan a la perfección, como  Renault, por ejemplo- YPF era deficitaria, particularmente luego de que se la usara, en la década de los setenta del siglo pasado para ingresar dólares, endeudándola en consecuencia, y como resultado también de confundir una “empresa” del estado, con el propio estado para dar empleo clientelar y sobreabundante. Por supuesto, una cosa es que las empresas públicas sean deficitarias y estén vaciadas tecnológicamente, y por lo tanto deban tomarse medidas correctivas, y otra es que cosa es que su solución mecánica pase por la privatización y por añadidura, la privatización “rabiosa” y sin consideraciones hacia las consecuencias de una decisión tumultuosa e intempestiva, cuyos efectos en particular todavía sufre el norte de nuestra Provincia.
            El caso de YPF, como el de los ferrocarriles y toda otra empresa pública que cumpla un papel estratégico, debió ser encarado de otra forma, que por supuesto no necesariamente excluye las privatizaciones, pero que nunca debió excluir un proyecto de país a largo plazo que tenga en cuenta la demanda futura de transporte, energía, comunicaciones y abastecimiento en general de la masa de bienes y servicios que la sociedad requiere.
            Nada de eso existió con YPF, los ferrocarriles y otras tantas empresas públicas que fueron privatizadas en la década de los noventa del Siglo XX por el peronismo, que por esas épocas era “menemismo”, pero que era acompañado por todas las otras expresiones peronistas, peronismo que tomó distancia del proyecto privatista y que ahora pasó a ser estatista y se denomina “kirchnerista”, “frente victorista” o “camporista”, proyecto al que, asombrosamente también adhiere hoy el reconvertido y recientemente liberado de culpas, Carlos Menem…
            El resultado de la política de privatizaciones no debe ser olvidado. Sin dejar de reconocer que una gran parte de las antiguas empresas públicas que se habíuan transformado en privadas efectivamente proporcionaron sustanciales mejoras en sus servicios, como las telefónicas, no puede olvidarse que otras tantas, como Aerolíneas Argentinas, la gran mayoría de las empresas de servicios de agua y la totalidad de los ferrocarriles “privatizados”, no sólo no mejoraron en nada sus prestaciones, sino que, como trágicamente nos lo vienen mostrando los pocos ferrocarriles que todavía quedan, la política de vaciamiento tecnológico y de depreciación del parque rodante y tractivo sin que se hayan aportado nuevas inversiones, proporciona un completo cuadro de decadencia, abandono, precariedad de los escasos servicios aún existentes y ausencia total del ferrocarril en la mayor parte del país.
            El caso de YPF, por su parte, merece un comentario adicional. Si bien en una primera etapa la empresa efectivamente se tecnificó y se visualizaron nuevas inversiones, mejoras tecnológicas y de servicios, la forma torpe e intempestiva, unida a una completa falta de sensibilidad social en la forma en que se privatizó, produjo consecuencias sociales durísimas que, en el caso de nuestra Provincia, como se dijo, y como también ocurrió con el abandono del Ferrocarril Belgrano, todavía no se han resuelto, incrementando la pobreza extrema y la conflicitivad social en toda la Provincia y en las áreas especialmente afectadas.
            Es en este marco en el que debe analizarse la reciente decisión de expropiar YPF, por parte de los mismos actores que la privatizaron años atrás. ¿Por qué, el peronismo que creó las AFJP las destruye? ¿Por qué el peronismo que independizó el Banco Central y se enorgullecía de sus reservas que la institución, hasta hace muy poco, todavía manejaba a través de sus propias decisiones, ahora lo vuelve a la esfera del gobierno? ¿Por qué el peronismo, que privatizó empresas públicas ahora las reestatiza, y por añadidura, a través de las propias personas que propiciaron y defendieron enfáticamente las posturas opuestas?
            Una respuesta es que la esquizofrenia no debe procurarse entenderse por la vía racional, sino como una patología. Otra respuesta, es que el peronismo no tiene absolutamente ninguna ideología que no sea la defensa del poder una vez que se ha conseguido, y por todos los medios a su alcance. Bajo esta lectura, intentar la justificación de la expropiación de YPF o de cualquier empresa pública, aunque se comparta la idea de la presencia del estado en la economía, al menos en ciertas áreas estratégicas, es una ingenuidad y una completa pérdida de tiempo.
            De lo que se trata, en cambio, es de fijar una posición propia con respecto a las formas en que debe procederse en el presente y en otros casos similares que seguramente van a producirse en lo sucesivo.
            Concretamente, hay que entender que, por muy romántica y seductora que se presente la idea de “cambiar el mundo”, hay una tarea mucho más urgente que llevar a la práctica, que es la de dar respuestas rápidas y eficaces a las demandas presentes y futuras de la sociedad, como ya se dijo, de energía, transporte, etc. junto al compromiso ético inexcusable de corregir las profundas distorsiones e inequidades de amplios segmentos de la población, que requieren, además de bienes y servicios, los recursos genuinos para adquirirlos, esto es, un entrenamiento mínimo para poder conseguir empleo junto a las oportunidades para lograrlo.
            Frente a este cuadro en lo que lo perentorio es dar respuestas a requerimientos concretos e impostergables de la sociedad, los mecanismos para conseguirlos pasan a ser una cuestión secundaria en tanto no se vulneren códigos éticos en los procederes. En otras palabras, el compromiso es con los objetivos a alcanzar, que son el pleno empleo y la reducción a niveles tolerables de la pobreza unido a una educación y salud de excelencia y eficaz; los instrumentos para lograrlos deben por lo tanto ser funcionales a los objetivos: no se es progresista por defender el “vivir con lo nuestro” o el proteccionismo, sino por actuar decididamente para reducir la pobreza extrema y proporcionar una mejor calidad de vida a la sociedad.
            Estos objetivos no se consiguen, claramente, enfrentando al mundo, por mucho que nuestra arrogancia nos induzca a considerar que el mundo está equivocado. El mundo se rige por el resguardo a los derechos de propiedad, el cumplimiento de la palabra empeñada y el pago de nuestros compromisos adquiridos, postulados que por otra parte también consagra y exige nuestra Constitución.
            Consecuentemente, no sólo es repudiable el cinismo político del peronismo, además de ser condenable éticamente, sino que, además, es completamente ineficaz para lograr el cumplimiento de sus pretendidas reivindicaciones sociales, porque el peronismo en el ejercicio del poder ha creado más pobres de los que supuestamente ha pretendido reducir. Pero, por añadidura, además de haber condenado a nuestros compatriotas a una vida de mayor pobreza en el presente, como ya se aprecia, las medidas torpes e inconsultas con las que ha materializado la reciente expropiación de YPF nos proporcionará un futuro sombrío, con menos inversiones, restricciones a las importaciones, caída en el PBI, agravamiento del desempleo y mayor inflación.
            La respuesta desde el radicalismo, por lo tanto, debe ser crear una amplia conciencia entre los propios afiliados y la población de las consecuencias de la conducta obsesiva de concentración de poder a cualquier precio del peronismo, y la necesidad de reemplazarla por una actitud racional que ponga todas las iniciativas de la política al servicio del mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad, en el marco de una reapertura de la Argentina al mundo, al que hay que ver como una oportunidad para aprovechar, en el buen sentido de la palabra, “para nosotros y para todos los habitantes del mundo”.

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